Horas Joanicas Octubre 1995 Lucas 23.46 ______________________________________________________________________ [Las "horas joánicas" son propuestas para sostener la bùsqueda de Dios en el silencio y la oración. Se trata de dedicar dos o tres horas para leer en silencio los textos bíblicos que se sugieren y que van acompañados de un breve comentario y algunas preguntas. Más tarde, reunidos en pequeños grupos en casa de uno de los participantes, se comparte brevemente lo que cada uno cree haber descubierto, pudiendo eventualmente finalizar el encuentro con un tiempo de oración.] Jesùs no es sino un cuerpo moribundo, suspendido en la cruz. "Su aspecto no era atractivo. Despreciado, rechazado por los hombres... nosotros lo creíamos castigado, herido por Dios y humillado." (Isaías 53.2-4). Casi todos huyeron ante esta visión de horror, signo de un fracaso definitivo, el fracaso del amor. Si padece una maldición semejante es porque Dios le ha abandonado. ­Dios ya no esperada nada de él! Ante la muerte no cabe esperar nada más. Todo está dicho, cumplido. Sin embargo, a través de esta ùltima oración de Jesùs, una vez más se descubre que es él quien toma la iniciativa. Lejos de resignarse ante la fatalidad del destino, se entrega: "A tus manos encomiendo mi espíritu." Si, ante los ojos de todos, Dios se ha retirado, para Jesùs, sigue siendo Padre. Quien ha dicho a su Hijo: "Tù eres mi Hijo amado, tù eres todo mi amor"; ésto es: tu vales más que todo, de tí viene mi alegría. Hasta el final, Jesùs vive de esta comunión con el Padre, de esa espera que ha descubierto en Dios. Es ese cuerpo roto y moribundo, fuente de miedo, el que va a decir, con más claridad que cualquier palabra y con más fuerza que los milagros, la autenticidad de esa espera en Dios, fuente de comunión. Es ese cuerpo herido el que va a acreditar la posibilidad de una respuesta fiel de amor, que nada podrá impedir ni ocultar. Todo se ha cumplido, todo dice el don. Es ante el sepulcro vacío cuando se comprenderá que nada se ha cedido al absurdo por resignación. A partir de ese momento, todo ser, incluso el más herido, incluso en situación de fracaso, puede resplandecer la presencia de Cristo, puede hacer que brote el don, el sentido de la existencia. Toda situación, incluso la más bloqueada, puede ser el lugar que conduce hacia la Pascua. Dejar que Cristo rece en mí "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu, mi vida", incluso cuando ya no espero nada, o cuando ya nadie espera algo de mí, es participar en su resurrección. ¿Dónde puedo percibir un reflejo de la espera del Padre: a través de la creación, de los demás, de los pobres, de una determinada situación? ¿Por quién puedo rezar estas palabras de Jesùs en la cruz? ______________________________________________________________________ "Johannine Hours" - 9/95 - ©71250 Taizé-Community, France. taize@cpe.ipl.fr file: /pub/resources/text/taize/espanola: jhs-9510.txt .